Pesadillas

Hay días en los que no puedes más. En los que todo se hace cuesta arriba. En los que te agotas pensando en aquello que no deberías pensar. Basta una pesadilla, un mal sueño, y todo parece volverse interminable. La noche… la noche parece no tener fin.

Fue tan simple como otro viaje. Otro Londres en otra cosa. La misma persona, como por obligación. Estaba allí, porque tenía que estar. Pero ya no era ella. Ya no era yo. Ya no eramos nosotras. Y aún a pesar de ser un sueño, parecía tan real, y la realidad era tan dura, que el dolor se apoderó de mi. Otra vez.

Llevo dos días pensando… qué hice. Qué hice en esos dos años en los que no estuve, para que todo terminara así. Llevo dos días pensando en esa estúpida necesidad de hablar las cosas, de aclararlas, de solucionarlas. Esa estúpida idea de volver atrás, de recuperar lo perdido. Llevo dos días sin ser capaz de ver más allá de aquello que tenía y ya no tengo. Tres años no fue suficiente tortura, que las pesadillas aún siguen torturandome.

He tenido todo tipo de pesadillas al respecto. Al principio, eran pesadillas llenas de odio y temor, ambas sensaciones por igual. Pesadillas en las que me encontraba con esa persona y lo único que quería era pegarle puñetazos hasta reventarla. Tenía tanto miedo de mi misma que evitaba por todos los medios cualquier situación en la que pudiera encontrarme con esa persona, por el miedo a mi reacción. Una vez soñé que la perdía para siempre. Creo que esa pesadilla fue un reflejo de la situación que estaba viviendo, donde unas personas ajenas a mi la convencían para alejarse de mi. En ese sueño, fue para siempre. La vi caer desde una azotea, delante de mi, motivada por sus nuevas amigas. Es como si mi subconsciente me estuviese avisando de lo que pasaba. Que alguien por detrás, alguien ajeno a mi, estaba convenciendola para que no volviera a hablar conmigo nunca más… y lo consiguieron. Ese día me desperté muy alterada a las 4 de la mañana, fui incapaz de dormir de nuevo y le mandé un mensaje. Me llamaron loca, pero nadie va a entender nunca lo que sentí en ese momento. Creo que ese momento fue en el que la perdí para siempre.

Primero fue el odio. Odio a todos. A los antiguos amigos, a sus nuevos amigos, a ella y a su círculo. Me alejé. Me alejé de todos. Pero no puedes odiar eternamente. Quise hablar con ella, y en realidad nunca llegué a hacerlo. Nunca quiso. Y eso dolió. Y duele. El no haber hablado con ella, el no poder haber acabado las cosas bien, es lo que más duele. El no saber una razón exacta, el no tener unas palabras de su boca. Ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que la vi, la última vez que hablé con ella en persona, la última vez que las cosas estuvieron «bien». Ni siquiera me acuerdo.

Lo único que me quedan ahora son las pesadillas y los recuerdos. Los buenos recuerdos. Un viaje a Londres, una historia mal contada a través de mensajes en un autobús, de conversación de skype y documentos txt. Muchas horas muertas, muchas canciones escuchadas, mucho tiempo pasado que parece que ya no existe (y que nunca existió). ¿Acabarán algún día? ¿Acabará algún día esta tortura? ¿Alguien me ayuda a avanzar? A veces se hace tan cuesta arriba…. que duele. Agota tanto. Y a veces no puedo sola contra esto. No siempre somos tan fuertes como nos imaginamos.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *