– ¿Has pensado alguna vez en qué hay más allá del mundo en el que vives?
– He salido alguna vez de esta burbuja, sí. Y nunca he conocido o visto nada mejor que lo que tengo aquí dentro. Solo he sentido dolor, pena, y muchas ganas de volver. Ahí fuera no soy feliz.
– Una de las ventajas que tiene ese mundo, es que cambia. Aquí dentro tienes tu casa, tu familia, tus amigos de verdad, que no se moverán de ahí por mucho que pasen los años. Pero ahí fuera rigen los cambios, todo se mueve. La gente va y viene, nada es constante.
– Pero los cambios dan miedo, ¿como puede ser una ventaja? No puedes ser feliz, estable, en un mundo inestable.
– Necesitamos los cambios. Cambiar. Aunque solo sea para asegurarnos de lo que tenemos fijo. Participar en el mundo de ahí fuera para cerciorarse de que lo de dentro es real.
Se hizo un momento el silencio. Él continuó:
– Además, hay otro motivo interesante por el que salir.
– ¿Cual?
– La gente. Aunque cambie y nunca sea la misma, aportará nuevas ideas, nuevos puntos de vista, experiencias que nos harán mejorar.
– Pero tambien pueden hacernos daño. – Tembló un poco. – No quiero salir. Me da…miedo.
– Ven conmigo. – Ella lo miró un momento, un poco sorprendida. Lo decía seriamente, sin rodeos.- No es bueno que te quedes aquí encerrada. No tienes por qué salir de tu mundo todos los días, pero tampoco tienes por qué tener miedo. Vengo de ahí fuera, y he conseguido entrar en tu burbuja, abrir esas puertas y llegar hasta ti. No te pido que no tengas miedo… Solo que vengas conmigo. Estaré detrás tuya.
– Está bien.
Categoría: Fragmentos
Fragmento V
– ¿En qué piensas cuando no puedes dormir?
– Pienso en ti. En los problemas que desaparecen cuando estoy contigo, pero solo cuando estoy contigo. En la distancia, el sentimiento llega a ser mucho más frío. Incluso llego a pensar que no te importo, que no piensas en mi.
– Tampoco te lo demuestro demasiado.
– Lo sé. No sé si piensas aprovechar el tiempo que tienes para estar conmigo, no sé hasta qué punto me echas de menos.
– Más de lo que piensas.
– Pero eso en la distancia es difícil de ver. Te entretienes con tus cosas y dejas que pase el tiempo, sin más. Y no te paras a pensar «Ey…la quiero, y se lo voy a demostrar».
– No me da miedo perderte.
– Ese es el problema. Que voy a estar ahí siempre. Pase lo que pase, estaré ahí. Sin importar las veces que tu indiferencia, tus olvidos, tu desinterés, me hagan daño. Diré «no importa» y seguiré ahi. ¿Y si ahora te digo que me voy?
– Me muero.
Fragmento IV – Amor
Un dia, se conocieron. Eran personas cualquiera, en un mundo cualquiera. Ningún punto en común y nada que perder. Personas solitarias, que daban su vida por los demás, sin esperar nada a cambio. Por dentro, morían, lentamente.
Saltó una chispa, una pequeña chispa. Imperceptible a los ojos de nadie. Pero a ellos no se les escapó. Se miraron a los ojos, como nunca habían visto a nadie.
Y, poco a poco, el destino les llevó a juntarse. A compartir todo aquel peso que llevaban encima. Miedos, inseguridades, problemas, experiencias. Vida. Todo aquello que nunca habían compartido con nadie, porque nadie se había atrevido a enfrentar sus miradas, a buscar más allá de esa máscara y ver directamente su alma. Blancas, brillantes, puras. Como ninguna otra alma podría ser.
Esa chispa se convirtió en necesidad, voluntad, fuerza. Amor.
Y el amor se convirtió en todo y lo único. Su mundo.
Fragmento III – Amistad
Gracias, queridos compañeros, por acompañarme en este viaje.
Es un placer teneros aquí, leyendo esto, un texto en el que os demuestro lo importantes que sois para mi. Todas esas personas que han compartido alguna vivencia conmigo y han soportado todos los conflictos que se han presentado ante nosotros.
Primeramente, querría agradecer a aquellos que solo están ahí por el interés pero que, en el fondo, no han apreciado mi compañía. Gracias, de verdad. Ha sido gratificante darme cuenta, poco a poco, de que habeis estado ahí solo cuando a vosotros os ha interesado. Para todos vosotros:
«Por el interés, te quiero, Andrés.»
A los que ya no están, me gustaría decirles también unas palabras. Por todo lo que me habeis enseñado, por demostrarme «cómo soy» y todos esos calificativos. Mi egoismo y mi autoestima os lo agradecen mucho.Me habeis demostrado que hay gente por la que no merece la pena luchar.
«No vale la pena luchar por una persona que no lucha por ti.»
Mencionar también a los que dicen que he cambiado, que no soy la misma. Os pregunto «¿Por qué?». No será que no lo he intentado lo suficiente. Y, para los que piensan que «estoy ausente», solo decir que no, no estoy ausente. Pero no voy a estar para alguien que no está para mi cuando lo pido expresamente.
«Algunos creen que para ser amigos basta con querer, como si para estar sano bastara con desear la salud.»
Y, a aquellos que en su momento fueron ‘amigos’, y que ahora simplemente son personas a las que no me gustaría ver (alguna que aún me gustaría tener cerca, en algunos momentos). A vosotros, daros las gracias por todo lo que habeis sido, y lo que, a lo mejor, os habeis perdido. El pasado es pasado.
«Todos sabían lo que tenían, pero nunca pensaron que podían perderlo»
Gracias, amigos míos, por haber estado en los mejores momentos de mi vida. Gracias, por NO estar en el momento en el que dije «quiero desaparecer». Gracias por NO estar el día en el que me di cuenta que los que no estaban, no merecían la pena. El día que me di cuenta que la amistad va mucho más allá del «estar» o «no estar», y lo que importa es el presente. El día a día, el aquí y ahora. No nos podemos quedar anclados en el pasado, en cosas que hemos hecho o hemos dejado de hacer (o no hemos hecho). Un concepto de la amistad distinto, del presente, del pasado, del futuro. De las personas que SIEMPRE han estado ahí, que siguen estando, y que quiero que sigan estando en todos esos momentos importantes de mi vida.
Un sms en su día no fue suficiente, a nadie le importó y nadie le dió la menor importancia (no me lo han demostrado, al menos). Así que, a todos vosotros, os doy las gracias, por absolutamente NADA.
Porque los amigos sabrán animarte cuando estás mal, sin tener que estar contigo ni pasar tiempo contigo. Porque puedes estar meses sin hablar con ellos, que todo será EXACTAMENTE igual que siempre. Por esos detalles que MERECEN la pena. Gracias, «amigos», por abrirme los ojos, por hacerme entender lo que de verdad significa «amistad».
«Si sientes que todo perdió su sentido, siempre habrá un ¨te quiero¨, siempre habrá un amigo.»
Fragmento II
Todo volvía a ser como antes.
Volvían los besos en la mejilla y los abrazos por la espalda. La calidez que poco a poco se había ido perdiendo. La rutina, los problemas, el mundo, se habían encargado de esconderlo todo. Una sesión de amor intensivo, con suaves caricias y ropa desperdigada por una pequeña habitación.Y así parecían arreglarse los problemas, desaparecían las preocupaciones, el mundo no existía.
Un lunar, sus ojos cerrados y una sonrisa en su rostro.
Volvían las sesiones de cosquillas, compartir momentos detrás de una pantalla, robar almohadas y mantas. Pequeños instantes de silencio absoluto, donde sobraban las palabras.
«Gracias… por existir».
Fragmento I
– ¿Y no te sientes sola?
– Constantemente. Pero supongo que hay momentos en la vida en los que solo quieres eso, estar solo. Para sentir que puedes mantenerte con tus propios pies, que no necesitas a nadie, que puedes vivir a tu aire.
– ¿Y después?
– Y luego vuelves. Sin avisar. Y te rodeas de aquellos a los que echaste de menos, haciendo lo que habías dejado de hacer. Sonriendo, de nuevo, como si nada hubiese pasado.
– Aunque en el fondo, algo ha pasado, ¿no? Has cambiado.
– Porque no se puede ser siempre la misma persona. Sin embargo, corres el riesgo de perder el norte. De perderte. De no saber quien eres, ni quien eras. Después de tanta retrospección, de tantos cambios, de tantas verdades, ya no sabes lo que es cierto. No sabes en qué debes confiar, ni con quién debes estar.
– Puedes confiar en mi.
Sonrió. Pero era una sonrisa… cansada, y aún así aparentaba ser normal. Como si nada pasase. Cuando, en el fondo, incluso aquellas palabras, le provocaban de nuevo esa sensación de soledad. Asentía, afirmaba, sonreía, pero, en realidad, era como si nada le importase.
Una poesía para el recuerdo
Su vida se derrumbaba
sin espacio para respirar.
A un paso entre la vida
y la muerte.
Sin luz, sin esperanza
vivió así, durante unos años.
Hasta que la muerte
le encontró.
En un callejón oscuro
fue perseguido sin más.
Sin una razón para vivir
fue atrapado.
Su vida se derrumbaba
hasta que fue abandonado.
En soledad, con crueldad.
Muerte segura.
Y así lo dejó todo atrás.
Sin que a nadie le importara
Sin que nada tuviera importancia.
Se fue.
Y, para no volver,
dejó un recuerdo.
En la oscuridad del bosque,
ella vive con su memoria.
Y jura que nunca lo olvidará.