Si tu me dices ven…

– Lo que te diré… -comenzó en un tono excesivamente bajo, tuve que acercarme mucho- lo que te diré tan sólo te servirá si te lo tomas como norte de tu vida. Si lo mezclas con otras filosofías o principios no conseguirás nada.

Asentí obedientemente.

– Son sólo dos conceptos.- Su tono se elevó, pero ya no quise apartarme de su vera- Por un lado, recuerda algo tan sencillo como que querer es siempre más valioso que que te quieran.
Querer mueve y detiene mundos. Que te quieran si tú no quieres, te acaba aletargando.

Hizo una pausa mientras amanceía en Capri. No intenté ni siquiera asimilarlo. Toda la vida me he dejado querer, y quizá aquello era insuficiente.

– Lo segundo y más valioso para llevar tu vida adelante es que debes darte cuenta de que nos hemos pasado la vida desde pequeños respondiendo a la pregunta «qué me gusta».
Qué me gusta de comida, de ropa, de juguetes, de estudios, de trabajo, de amistad, de amor, de sexo…
Lo que nos gusta no es nuestro camino, ni tampoco lo que no nos gusta. A veces el rumbo puede estar en lo que nos provoca indiferencia, en aquello que no nos apasiona ni aborrecemos.
Entiende esto… Has de confiar en ti, no en lo que crees que te gusta a ti… La senda no la marca lo que te gusta a ti, sino que la marcas tú…

Palabras y más palabras. Sólo eso.

– Hay un poema que me encanta… – respondió -. Habla sobre la separación de unos padres… Dice que son muchas cosas a la vez.. Para los niños, el primer fin del mundo… Para los muebles son golpes, cargas y descargas… Para las paredes, cuadrados con forma de cuadros inexistentes..

Madre nos miró… El gemelo mayor fue el primero en hablar…

– Tu muerte será dejar el fútbol. Ya no habrá más balones ni gritos de gol…

El gemelo pequeño también se unió a aquello.

– Tu muerte será sentirme nuevamente diferente… Menos susurros en tu cama, menos secretos… Menos nuestro mundo…

 Miré al mayor, vi que no iba a jugar. Yo sí que participé.

– Tu muerte hará que ya no haya más sonrisa en puños… Y quizá encuentre más violencia en otros…

El mayor explotó. Se veía venir.

– ¿No lo puedes hacer de una forma normal? – dijo levantándose y rompiendo aquel círculo-. ¿No puedes hacerlo como lo haría otra madre, sin hacernos reflexionar? No lo quiero hacer, no quiero jugar a este juego absurdo. No quiero pensar qué será de mi vida sin ti… No eres un tema para un poema… Eres mi madre…

Dejó de hablar, pero en seguida volvió a la carga…

– ¿Quieres saber realmente qué serás si mueres? Pues palabras, sólo es… Escuchar muchos «lo siento» y «te acompaño en el sentimiento…» de gente que jamás te ha venido a ver. Y, en el futuro, escuchar muchas más palabras el resto de mi vida… «Fue difícul perder una madre tan joven?» «¿Cómo lo llevaste…?» Te convertirás en frases y palabras que dirán unos desconocidos que nunca formarán parte de mí… Un montón de palabras que jamás querría escuchar… Eso serás…

Madre lo cogió del brazo y lo hizo volver a sentarse, retornar al círculo…

 Mi hermano mayor lloraba como nunca le había visto hacerlo… Temblaba y gimoteaba sin abrir los ojos…

Siempre he creído que una persona que no permite que vean sus ojos siente mucho placer o mucho dolor… Y es que cuando los cierras completamente sólo puede significar que estás en tu propio mundo… Y los mundos propios suelen ser tan personales que necesitas que el exterior no te salpique…